miércoles, 2 de julio de 2008

Ingrid Betancourt o la liberación de Colombia


Ingrid Betancourt fue liberada y con ella Colombia entera. Atenazada durante décadas entre la derecha paramilitar y el oprobioso vandalismo de las FARC, hoy Colombia puede comenzar a pensar en un futuro nuevo y una democracia, que no sea remedo ni ficción, lejos de las posiciones extremas y polares a que fuera conducida por gobernantes y terroristas. La ecologista colombiana convertida en símbolo de la lucha contra los totalitarismos de todos los colores, tiene la virtud de convocar un cambio en el sistema político para una nación sometida a terribles tensiones y a una vorágine de violencia como no ha tenido otro país del continente.

La liberación de Betancourt nos hace recordar a la limpia operación de captura de Abimael Guzmán en 1992 en nuestro país. Solo esperamos que el presidente Uribe, tras esta derrota estratégica de las FARC, no se envalentone e intente perpetuarse en el poder como Fujimori y desista de abrir sucesivas reelecciones. Será difícil sin embargo el camino de regreso a la paz. y la concordia colombiana. En Uribe y la administración norteamericana seguramente querrán extraerle dividendos políticos a la liberación de Ingrid y seguir polarizando a la sociedad colocha, atravesada por hondas fisuras de donde nacen las causas profundas de la violencia colombiana.

Las FARC, por su lado no abdicarán inmediatamente de las armas. Tras cincuenta años de acampar en los montes y las selvas, perdieron totalmente la perspectiva política y se lanzaron a los brazos de la muerte y el salvajismo. La izquierda legal y las fuerzas progresistas del Polo Patriótico deberían aprovechar el nuevo escenario para realizar las profundas reformas que Colombia necesita: reforma agraria, pacificación y romper el eje gobierno-paras que trastorna y distorsiona el sistema político. Recordemos que como pasó en el Perú con la liberación de Ingrid Betancourt, la figura de Uribe inicia también el lento camino hacia el ostracismo.

Como se oyó corear en las calles de Bogotá y Medellín, a Ingrid Betancourt le esperan nuevos desafíos. Ser la emisaria de otra Colombia, de paz y democracia, de limpieza y honradez.

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