lunes, 18 de enero de 2010

Con Mario en Paracas

Qué tiempos aquellos, Mario.
La siempre frívola y bien informada Caretas, nos trae en el último suplemento Ellos y Ellas, una columna imprescindible para entender a nuestras bienamadas clases dirigentes. La fiesta de año nuevo en el Hotel Libertador de Paracas congregó a lo más graneado de nuestro mundo social. Empresarios, políticos, capitostes de los medios, y albos lavanderos, en fin la socialité de Lima disfrutó de la gran fiesta bajo la sombra patriarcal de nuestro laureado Vargas Llosa. Todos acudieron en sus yates, veleros y catamaranes a disfrutar de una inolvidable nochevieja y se alojaron en modestas suites de 1500 dólares.

A las nueve de la noche, los enormes salones y jardines comenzaron a llenarse de la distinguida concurrencia. Dior, Versace, Dolce & Gabanna vestían a las damas, mientras los caballeros llevaban frescos ternos de lino blanco. Sutiles entremeses acompañaron los primeros whiskies JW, etiqueta dorada. Pasadas las 10 de la noche se sirvió la cena preparada por el destacado chef Felipe Ossio, quien le dio el toque nacional de nuestra culinaria a jugosos salmones chilenos, y a magníficas langostas traídas desde las lejanas islas de Juan Fernández, todo bien rociado de vinos franceses e italianos. Las mesas estaban engalanadas con cristales de Bohemia, porcelana de Sevrès y cubertería de plata antigua. Mientras los comensales degustaban los postres, una peruanísima Pierina Less interpretó What a wonderful world, nada mejor para la ocasión.

Al filo de la medianoche se podía ver a Mario compartiendo la mesa con el embajador norteamericano Michael McKinley y señora, su primo el cineasta Luis Llosa y su familia política chilena. Se les oyó hablar sobre el museo de la memoria y el próximo apoyo del famoso escritor a la campaña de Sebastian Piñera, iniciativa que José Lolas aplaudió haciendo tintinear los hielos de su vaso.

A pocos metros cientos de damnificados del terremoto de Pisco, en sus harapientas carpas, se deleitaban contemplando los fuegos de artificio.

Nota de redacción.- El aguadito de pato de rigor fue servido al amanecer para apaciguar la resaca, aunque la alegría se extendió hasta el desayuno-buffet compuesto de café, panecillos diversos y lechones confitados, que se ofrecía al pie de la piscina.

domingo, 17 de enero de 2010

HAITÍ: La catástrofe de un mundo



Estamos en pleno siglo veintiuno. La modernidad, ese lustroso discurso que envaneció a los hombres desde la Ilustración es palabrería hueca cuando contemplamos las escenas del terremoto de Haití. El hombre contemporáneo ha vuelto a la Edad Media y al oscurantismo, a la muerte y el sinsentido. La razón, aquel faro que alumbraría el camino de la “humanidad”, se ha escondido en algún recóndito libro de filosofía política. Atónitos y consternados vemos el desastre social y material que es Haití, pero también comprobamos que nuestro mundo presuntamente civilizado e inteligente se desploma como Puerto Príncipe. Con el terremoto haitiano han colapsado su gobierno, la ONU, la solidaridad internacional, y el ejército norteamericano tras la obtusa política exterior de Hillary Clinton. La verborrea de un descastado Obama, poco puede hacer para ocultar esta realidad.

El desastre de Haití nos atañe directamente porque la condición humana está en entredicho. No hay derecho para que los cadáveres se pudran en las calles y ni quiera sean recogidos para la fosa común. Tampoco es humano el hambre de los sobrevivientes, y la falta de atención a los heridos. ¿Así quieren Estados Unidos y la OTAN ganarle la guerra a los talibanes en el invadido Afganistán? Hace 7 días que la gente no come en Haití, mientras la ayuda se apila en un aeropuerto y los equipos de rescatistas se aburren en República Dominicana. La ONU se ha remitido a desescombrar el hotel que le servía de bunker y los cascos azules se recluyen en sus cuarteles. Las labores de emergencia ante un gran sismo, -alimentar, rescatar, curar y enterrar- ni siquiera han comenzado. Los olvidados de la tierra, negros o mestizos como los que describía Franz Fanon, mueren por cientos de miles, mientras Obama se anexa Haití aprovechando la confusión y su mujer luce vestiditos de Dior ante la prensa rosa.

Los doscientos mil muertos no han sido obra de la naturaleza sino de la estupidez humana, de la incuria sucesiva y la estulticia permanente a lo largo de un siglo. Son producto de la pobreza de muchos y la riqueza de pocos, del afán colonialista de las potencias, de la ignorancia en la que fueron sumidos ese cuarenta por ciento de analfabetos de Haití. De las espurias dictaduras y de la corrupción promovidas por el departamento de estado yanqui, desde que invadió Haití por primera vez en 1915. Y también de las horribles asimetrías e injusticias de la economía mundial modelada por los poderosos del planeta, que hacen imposible una agricultura rentable en países como Haití o el África subsahariana. Lo que pasa en Puerto Príncipe entonces tiene nombre y responsables. La injusticia de este mundo es mucho peor que las furias naturales.

En tanto, Renè Preval, el títere de Washington y de occidente desde que derrocaron al radical Bertrand Aristide por ser amigo de Chávez, se pasea desesperado en el destruido aeropuerto con intenciones de marcharse porque su exiguo poder ha caído como su palacio. El presidente no sabe lo que es un gabinete de crisis. Tampoco lo sabe la administración norteamericana que toma el aeropuerto de Puerto Príncipe, y detiene todos los vuelos humanitarios, para hacerse del poder y transportar diez mil soldados de ocupación al devastado país. La seguidilla de desaciertos y omisiones es interminable. No hay petróleo porque no lo han llevado, no hay luz, ni hospitales de campaña. No se han restablecido las comunicaciones, ni los teléfonos. No hay radios, ni voluntarios para organizar el reparto de víveres, ni organización vecinal, y la anomia social fruto del desgobierno de un siglo, sabotea toda ayuda.

La burda intromisión militar norteamericana, al margen de la OEA, la ONU y aprovechando el desconcierto de la catástrofe atenta contra la ética y el derecho internacional. Ayer el ministro de Cooperación de Francia, Alain Joyandet, entregó una carta de protesta al embajador de Estados Unidos después que oficiales norteamericanos, a cargo del aeropuerto de la capital haitiana, le negaron el permiso a dos aviones franceses para aterrizar. La prioridad la tiene la operación militar. Que se jodan los haitianos…

¿Qué fue del progreso y el desarrollo que prometía la globalización? ¿Qué pasó, señores? Hoy centenares de miles de muertos se apiñan en barricadas y los hambrientos haitianos recorren las calles en busca de un mendrugo, mientras Estados Unidos se anexa Haití, en nombre de una solidaridad que no es sino coartada para expander los intereses de su Imperio. Frente a ello qué altura moral la de los perros rescatistas.

Definitivamente los desastres mal llamados naturales los construye el hombre. Y este mundo es un desastre…