sábado, 21 de agosto de 2010

Los héroes de la pantalla (tomado de la revista Somos) /Jeremías Gamboa

Rafael Delucchi durante la filmación de Alias la gringa

Más allá de Robles Godoy, hay otro héroe singular en el cine nacional: Rafael Delucchi

Armando Robles Godoy falleció durante el XIV Encuentro Latinoamericano de Cine de Lima y la coincidencia resultó aleccionadora. Precisamente en el año en que más y mejor producción nacional hemos mostrado, el director que labró en solitario la primera obra personal de nuestro país desde un completo páramo nos dejó para siempre. El hecho nos llamó la atención desde sobre la importancia de quienes desde hace mucho tiempo atrás han hecho posible la efervescencia creativa de la que ahora nos felicitamos. Robles Godoy es sin duda el gran héroe del cine peruano.

Sueños de cine

Pero no es el único. De hecho el homenaje más sentido que se haya hecho a los pioneros del cine peruano no se dio en el marco del festival internacional sino en la cabeza de un hombre de que ha pasado los últimos diez años de su vida recostado en su casa , sea escribiendo, pintando o viendo películas. Ese hombre se llama Rodrigo Núñez Carvallo y acaba de publicar una espléndida novela. Sueños Bárbaros, que no solo es un fresco logrado de de los años de pesadilla que vivimos entre finales del primer gobierno de García y la caída de la dictadura de Fujimori. Sueños Bárbaros es ante todo el más conmovedor testimonio de la tenacidad de muchas personas que eligieron dedicarse a un oficio tan complejo como y demandante económicamente como el cine en un país sin medios. La narración se centra en la figura de Rafael Delucchi, un personaje de la vida real que fue actor de segunda línea en series y novelas como Gamboa y Carmín, en los años ochenta , crío jaguares en su casa, estudió cine en La Habana y consagró vanamente sus sueños y energías a convertirse en aquello que una época y una situación económica determinada no le permitieron, a él ni nadie, que estuviera vivo: ser director de cine en el Perú.

“Debo confesarlo”, ha escrito Núñez Carvallo después, “esta novela nace de una frustración. Siempre quise hacer películas y ser cineasta”. No es extraño , por eso, que los protagonistas de su novela, -el gordo Delucchi, claro, pero también el ex-pataclaun Pipo Gallo y una recatafila de estudiantes de estudiantes de cine de Lima- se enfrenten desgarradamente al hecho feroz de tener que dedicarse al séptimo arte en el lugar y el momento equivocados: la Lima de los ochenta. Sumidos en una ciiudad sometida a cortes de energía eléctrica y casi sitiada por el fanatismo extremista , bajo una hiperinflación que pulveriza la posibilidad de cualquier inversión en arte los personajes de esta novela jamás pierden la fe en el cine y en su magia: montan una pequeña Cinecittá en la casa de Barranco de Delucchi ha rescatado del abandono y solo respiran cine. En la refrigeradora no tienen comida pero sí rollos de película. , en las paredes no hay cuadros sino un fichas de un quimérico film; los atentados, matanzas y ejecuciones que ocurren en la ciudad son para ellos también posibilidades dramáticas de una futura e improbable cinta. Si las criaturas de Sueños Bárbaros conmueven es porque de algún modo han vencido a su entorno o están abocados a caer gloriosamente ante él, como soldados que no renuncian a su misión.

Mucho más que un premio

¿No hay algo completamente heroico en eso? Sin duda, Lo fue el rodaje de de la película Alias La Gringa de Chicho Durant, en el año 1991, en la cual el Rafael Delucchi real actuó como extra. La novela recrea ese proceso y uno se da cuenta al leerla que tanto Durant, como los que lo asistían, estaban realmente locos. En uno de los momentos más memorables y cómicos de la novela, el Delucchi personaje recibe, en representación de Durant, y de manos del propio Armando Robles Godoy el premio a mejor película nacional por Alias la gringa, en un año en el que solo se filmó Alias la gringa. A diferencia de la clausura del festival del sábado pasado, en la que tres cineastas peruanos recibieron sendos premios internacionales por la excelencia de sus trabajos, en aquella ceremonia de 1991 el galardón parecía más un premio a la resistencia. Creo ahora que en ese encuentro Robles-Delucchi se sintetiza casi toda la historia de nuestro cine. Sabemos muy bien qué representa allí la figura de Robles Godoy. El gordo Rafael Delucchi encarna por su parte la figura de centenares de posibles cineastas que jamás pudieron materializar la película que llevaban en sus cabezas por razones que los excedieron; esos sueños bárbaros de ser como los cineastas de hoy en un país sin festival ni Conacine, sin brújula ni norte posible.

sábado, 14 de agosto de 2010

“El cine de Robles Godoy siempre fue de vanguardia” / CARMENROSA VARGAS


Murió a los 87 años pero su legado será imperecedero. Armando Robles Godoy, el cineasta peruano que utilizó el lenguaje cinematográfico para hacer poesía, nos dejó este martes 10 de agosto. Dueño de un coraje encomiable, apasionado por la creación y las artes, encontró en el cine el lenguaje misterioso desde donde expresarse. PuntoEdu conversó con Carmenrosa Vargas, una de sus muchas alumnas que recuerdan de él no solo su arte sino su compromiso y pasión. Sirva este testimonio como un homenaje al maestro.

¿Cuándo conociste a Armando Robles Godoy?

Mi encuentro con él fue cuando ingresé a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima en 1993. Robles Godoy ha sido un referente audiovisual para cualquier estudiante que haya empezado a estudiar cine en los años 80. No tendría duda en decir que es el mejor realizador del último cuarto del siglo XX. Si bien Lombardi es el más conocido internacionalmente, Robles Godoy es el más influyente.

Claro que hay nuevos y extraordinarios cineastas, cada uno a su estilo, pero nadie puede dejar de reconocer la importancia de Robles Godoy para la cinematografía nacional. Él trata de hacer poesía con la imagen cinematográfica y creo que eso es lo que debe hacer todo cine. Él se acercó, lo logró, jugó con eso, no hizo un cine literal, sino que jugó con los sonidos, con lo simbólico, con los colores, con la construcción de atmósferas.

¿Cómo describirías el cine de Robles Godoy?

Sus películas son descarnadamente nacionales, filmadas con coraje y con ganas de decir las cosas. Es un director que no ha tenido miedo en arriesgarse, en probar con el lenguaje cinematográfico. Tiene un lenguaje sumamente artístico y de vanguardia. Fue un verdadero vanguardista desde que comenzó a hacer cine. Recordemos que, algunos años después, Robles Godoy fue de los primeros en asumir la tecnología digital sin miedo (Imposible amor, 2000), no solo poniéndola como una manera de abaratar costos para la producción, sino porque entendió que le iba a dar otro lenguaje al cine. La tenía clara.

Estéticamente, la obra cinematográfica de Robles Godoy tiene un sello particular.

El cine de Robles Godoy es un cine con carácter que no le tiene miedo a los primeros planos, a los silencios, a los sonidos, a dejar que la imagen hable por sí misma, es cinematográfico, no es literatura en imagen, no es teatro en imagen, no es televisión en imagen, pues Robles Godoy hace honor al lenguaje cinematográfico, algo que se ve en la Muralla Verde, que es mi película favorita a nivel nacional.

Es una bella película. ¿Qué recuerdos guardas de la primera vez que viste este filme?

La primera vez que vi la Muralla Verde (1970) fue cuando estaba estudiando Ciencias de la Comunicación aproximadamente en el año 1994. Me impresionó, ya que no había visto ninguna película parecida. Es una historia de amor, trágica, con un final trágico, pero de alguna manera deja la leve esperanza que el sol sale al día siguiente. Es la historia de un hombre que se va a la selva del Perú a colonizarla, en la época donde este territorio era aún más inhóspito que ahora. La película muestra cómo él se va cuestionando la decisión que tomó y poco a poco suceden una serie de cosas que te quitan la respiración. Este ritmo se vuelve cada vez más vertiginoso sin necesidad de efectos especiales o banda sonora, sino gracias al buen ritmo, a la buena construcción de planos, al buen uso de la naturaleza y el espacio. Es una clase de cine, una verdadera obra maestra. Sin desmerecer a los nuevos cineastas esta es la mejor película peruana de lejos.

¿Cuál es la influencia que tienen las cinematografías extranjeras en la producción de Robles Godoy?

Él tiene mucha influencia del cine europeo, del cine francés, italiano, alemán, por ahí es su estilo. Más allá de que este fuera muy propio, muy personal, se nota que tiene dicha influencia, más que del cine norteamericano. Godard, Truffaut, el neorrealismo italiano, Antonioni, el cine de post guerra. Bresson es un fuerte referente en él.

El trabajo de Robles Godoy fue también muy importante en el campo de la docencia.

Por supuesto, él tuvo una academia de cine. Quería hacer un cine práctico, menos académico. Si bien algunos no se dedicaron completamente al cine, la gente que pasó por sus manos siempre quedó vinculada al arte. Javier Corcuera se reclama su discípulo, por ejemplo. Además, mucho del trabajo que realizó ha tenido que ver con exigirle al Estado un mejor lugar para el cine, hacer que el estado comprenda que los cineastas son importantes para transmitir la reflexión sobre la sociedad. Pienso que esta internacionalización o globalización que está teniendo el cine peruano actualmente se le debe al trabajo burocrático que ha realizado Robles Godoy. Ha sido un verdadero luchador por el cine peruano

Entrevista: Ricardo Reátegui Marchesi