El poeta gordo se despertó con el beso de su mujer. Chau, cholito. No te olvides de mis encargos. Chau corazón. Se limpió las legañas y cerró los ojos de nuevo. Estaba recobrando el sueño cuando timbraron a la puerta. Era el poeta flaco que venía a matar la mañana. Lo hizo pasar y le sirvió un café bien cargado. Si quieres entretenerte, allí está el periódico, le dijo. Tenía toda la intención de volver a la cama cuando sonó el teléfono. Llamada internacional le avisó la operadora. Sintió de inmediato ese aliento suspendido de las buenas noticias. Muchas gracias por avisarme, dijo y colgó. Después sonrío y puso la cara más risueña que tenía. Quiso saltar, bailar, gritar, pero se contuvo. No podía manifestar tanta alegría delante del poeta flaco. Su mujer merecía ser la primera en enterarse. En vivo y en directo. Por algo lo había mantenido todos estos años.
Ahíto de felicidad se metió a la ducha y salió vestido con su mejor tenida ¿Y hoy dónde almorzamos? preguntó con ánimo festivo. El poeta flaco dejó por un momento de hacer el crucigrama, sorbió el concho del café y se rebuscó los bolsillos. Ando aguja, hermano. De pronto los ojos pícaros del poeta gordo relampaguearon y se dirigieron hacia la guía telefónica, como si se le hubiera ocurrido una idea genial. Levantó el fono y discó. Buenos días, dijo con su vozarrón estruendoso. Somos del Universal, de la recién inaugurada página gourmet. Estamos haciendo una serie de reportajes sobre los mejores restaurantes de Lima. Quisiéramos saber si podríamos ir a almorzar hoy. Sí, somos tres personas. Gracias.
Una sonora carcajada cerró la conversación telefónica del poeta gordo. Nos ganamos. Encima hay un festival de comida novoandina. El poeta flaco se sobó las manos e imaginó la sorprendente mesa que le esperaba en la gloria. Unos whiskies para arrancar y hacerla larga. Etiqueta negra. Tomar azul como el presidente es una huachafería. Varias rondas, digo, para amenizar la tertulia y asegurar el decoro de las ideas. Porque no hay como comer en compañía de buenos argumentos y reflexiones sugerentes. De entrada unos rocotos rellenos de setas cusqueñas y coles de bruselas. Nunca repetir un tópico, que cada charla sea una invención, un acto creativo, un despliegue de imaginación. De fondo, un lomo de alpaca en salsa de funghi porcini. Jamás dejar la conversación en boca de un ignorante. A los postres mousse de frambuesas y lúcuma con chocolate bitter. Bienaventurado el que teniendo ideas claras las explaya con estilo y ponderación. Bienaventurado también el que no teniendo nada que decir, se abstiene de expresarlo con palabras. Y claro, un gran tinto riojano para asentar la carne. Podría ser un marqués de cáceres. Un navarro correas 1999. O un riscal. En los tres casos un maridaje de la gran puta.
¿Y a quién invitamos? se preguntaron los dos al unísono. ¿A alguna chica guapa y coquetona? No, si se entera mi mujer me cuelga. ¿A Polanco entonces? El poeta flaco lo llamó a su estudio pero adujo que estaba pintando como loco. Tengo que aprovechar la luz, hermano. Estoy preparando una muestra. Qué lástima. Ni que la luz se fuera a acabar. Momentos más tarde recordaron a Marco pero ahora estaba metido de pico y patas en la academia de la lengua y se había distanciado de sus amigos de juventud. ¿Y Arturo? Arturito vive lejísimos. En el culo del mundo. Solo viene de Chosica una vez a la semana. Y qué te parece si llamamos a Paco. No seas mierda, el pobre se está muriendo... Cavilaron y cavilaron y no se les ocurrió invitar a nadie más.
Ya son las once, dijo el poeta flaco mirando el rólex que había heredado de su padre. A las once todo buen caballero inglés llega al club y se dispara su primer escocés. ¿No tendrás un whiskicito para comenzar? A propósito, dijo remirando el calendario de su reloj. Hoy es 2 de noviembre, día de todos los muertos. Tenemos motivos de sobra. El poeta gordo fue a la cocina y volvió con un tacama a medio abrir y un trío de copas sujeto con los dedos. La tercera es para el finado, aclaró. Que vivan los muertos, cantó el poeta flaco emocionado. Salud poeta. Salud colega.
Ahíto de felicidad se metió a la ducha y salió vestido con su mejor tenida ¿Y hoy dónde almorzamos? preguntó con ánimo festivo. El poeta flaco dejó por un momento de hacer el crucigrama, sorbió el concho del café y se rebuscó los bolsillos. Ando aguja, hermano. De pronto los ojos pícaros del poeta gordo relampaguearon y se dirigieron hacia la guía telefónica, como si se le hubiera ocurrido una idea genial. Levantó el fono y discó. Buenos días, dijo con su vozarrón estruendoso. Somos del Universal, de la recién inaugurada página gourmet. Estamos haciendo una serie de reportajes sobre los mejores restaurantes de Lima. Quisiéramos saber si podríamos ir a almorzar hoy. Sí, somos tres personas. Gracias.
Una sonora carcajada cerró la conversación telefónica del poeta gordo. Nos ganamos. Encima hay un festival de comida novoandina. El poeta flaco se sobó las manos e imaginó la sorprendente mesa que le esperaba en la gloria. Unos whiskies para arrancar y hacerla larga. Etiqueta negra. Tomar azul como el presidente es una huachafería. Varias rondas, digo, para amenizar la tertulia y asegurar el decoro de las ideas. Porque no hay como comer en compañía de buenos argumentos y reflexiones sugerentes. De entrada unos rocotos rellenos de setas cusqueñas y coles de bruselas. Nunca repetir un tópico, que cada charla sea una invención, un acto creativo, un despliegue de imaginación. De fondo, un lomo de alpaca en salsa de funghi porcini. Jamás dejar la conversación en boca de un ignorante. A los postres mousse de frambuesas y lúcuma con chocolate bitter. Bienaventurado el que teniendo ideas claras las explaya con estilo y ponderación. Bienaventurado también el que no teniendo nada que decir, se abstiene de expresarlo con palabras. Y claro, un gran tinto riojano para asentar la carne. Podría ser un marqués de cáceres. Un navarro correas 1999. O un riscal. En los tres casos un maridaje de la gran puta.
¿Y a quién invitamos? se preguntaron los dos al unísono. ¿A alguna chica guapa y coquetona? No, si se entera mi mujer me cuelga. ¿A Polanco entonces? El poeta flaco lo llamó a su estudio pero adujo que estaba pintando como loco. Tengo que aprovechar la luz, hermano. Estoy preparando una muestra. Qué lástima. Ni que la luz se fuera a acabar. Momentos más tarde recordaron a Marco pero ahora estaba metido de pico y patas en la academia de la lengua y se había distanciado de sus amigos de juventud. ¿Y Arturo? Arturito vive lejísimos. En el culo del mundo. Solo viene de Chosica una vez a la semana. Y qué te parece si llamamos a Paco. No seas mierda, el pobre se está muriendo... Cavilaron y cavilaron y no se les ocurrió invitar a nadie más.
Ya son las once, dijo el poeta flaco mirando el rólex que había heredado de su padre. A las once todo buen caballero inglés llega al club y se dispara su primer escocés. ¿No tendrás un whiskicito para comenzar? A propósito, dijo remirando el calendario de su reloj. Hoy es 2 de noviembre, día de todos los muertos. Tenemos motivos de sobra. El poeta gordo fue a la cocina y volvió con un tacama a medio abrir y un trío de copas sujeto con los dedos. La tercera es para el finado, aclaró. Que vivan los muertos, cantó el poeta flaco emocionado. Salud poeta. Salud colega.
(Si desea seguir leyendo comuníquese con el autor rodrigoncarvallo@hotmail.com)
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