Veinte mil nativos se han levantado contra la “ley de la selva”, que pretende expropiar las tierras comunales y las florestas de amortiguamiento y entregárselas a los pulpos de la economía: bancos y grupos económicos. Alan convertido en un martillero del Perú dispone de las tierras ancestrales de los nativos para regalárselas a los grandes grupos económicos.
El proceso ya ha comenzado. David Seiner, promotor judío de los transgénicos y socio del ministro de agricultura Ismael Benavides, ha sido nombrado director del proyecto de transferencia de las tierras que atraviesan la carretera trans océanica sur. Allí el grupo Romero se ha hecho propietario de casi diez millones de hectáreas que son de los machigüengas, para sembrar soya modificada. Huelga decir que el impacto ambiental será terrible pues implica la desaparición de
En Camisea, Hunt Oil y Pluspetrol siguen arrasando con el ecosistema, apropiándose de los recursos de las etnias que habitan el bajo Urubamba. Sin ninguna licencia social se apropian de los terrenos de cacería y agricultura, y carecen de una política ambiental y de protección del ecosistema.
El panorama no es otro en el resto de la amazonía peruana. El 77 por ciento de la amazonía ha sido lotizada a petroleras que además de producir derrames de crudo cruzan sus tierras con ductos, sin pagar derechos de tránsito. Ni qué decir de las madereras clandestinas, que ante la inexistencia de estado, arrasan con sus bosques y depredan las maderas preciosas como el cedro, sin dejar un solo dólar a los peruanos.
La amazonía como botín parece ser el precepto de Alan y la derecha. Arrasemos con “chunchos” y riquezas es la consigna, a cualquier precio y haciendo habla rasa del derecho internacional que protege a los indígenas.
El etnocidio está a la vista. Los miles de nativos levantados serán seguramente diezmados como en la época del caucho. Anoche, nueve aguarunas que impedían el funcionamiento de la hidroeléctrica de Muyo fueron acribillados por la policía, pero las huestes indígenas tomaron en represalia el puente Corral Quemado sobre el ancho Marañon, y lo soldaron, interrumpiendo todo el sistema vial nor oriental.
¿Qué hace frente a esta ofensiva genocida de García? Diez, cien, mil moqueguazos deben encenderse simultáneamente para revocar el mandato de García, y quemar la constitución fujimorista. La protesta ahora ya no es gremial, es política y pasa por el derrocamiento del aprofujimorismo en las calles, en las punas y en la selva. Una última acotación. Triste papel el de Bragg Egg: de ecologista a capataz de los nuevos caucheros. Qué vergüenza.
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