Me levanté temprano para escuchar la sentencia del supremo tribunal que juzga al chino rata. Me sorprendió la claridad de la exposición, el pedagógico recuento de los hechos jurídicos, la solidez argumental de la autoría mediata, el revelamiento de la profunda asociacion entre Montesinos y Fujimori que la defensa del reo había esfumado como un majestuoso museo al olvido. Me emocionaron las lágrimas de los familiares de las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos, y recordé el guiño maligno que el chino le hizo a Montesinos cuando éste acudió a vender su silencio a comienzos del juicio. Vino a mi memoria también Martha Chávez y las innumerables veces que negó lo innegable: la existencia previa de los desaparecidos. Surgieron también la figura de Rafael Rey y de Pancho Tudela argumentando a favor de la amnistía de 1994, como broche de oro de toda una política de encubrimiento. Obviamente cómo no traer a colación a Martín Rivas, cuando se escapó del Parlamento por la ventana y con escalera de gato. Es decir como un delincuente. Tampoco otra cosa hizo su jefe supremo cuando se subió al avión presidencial y lo abandonó en Brunei, renunciando por fax.
A mí no me cabía duda de que el chino rata merecía la cárcel, pero ello ha sido sentenciado por el máximo tribunal de justicia del país, gracias a la labor de los defensores de los derechos humanos y de algunos competentes fiscales. El estado ha reconocido la culpabilidad en crímenes de lesa humanidad de su principal autoridad, del presidente, y ello es un hito, dada la naturaleza precaria de nuestra democracia y la impunidad que reino a lo largo de toda nuestra historia republicana. Sí, es un avance y un ejemplo para el futuro. Los ciudadanos y los gobernantes comprenderán que el crimen se paga y que se trata de un dictum de la vida civilizada. Y que el poder debe tener límites.
Lejos quedaron ya la campaña de victimización de Fujimori ejecutada por el gobierno y las encuestadoras, las hipócritas palabras de su gorda hija que avaló la humillación de su madre para reemplazarla como primera dama, y la orquestada campaña de los medios derechistas de “perdonar al salvador”.
Hoy, 7 de abril se ha abierto un antes y un después en nuestra frágil democracia, y esperamos que la instancia de apelación no sea politizada. Hoy es más urgente que nunca combatir la mentalidad fujimorista que también habita en el alanismo y el empresariado, y gran parte del poder judicial digitado por Villa Stein. Fujimori es culpable, es una frase que deberían taladrar en sus cerebros, porque todos estaremos pendientes de que la primera sala transitoria de la corte suprema, ratifique este incuestionable fallo.
A mí no me cabía duda de que el chino rata merecía la cárcel, pero ello ha sido sentenciado por el máximo tribunal de justicia del país, gracias a la labor de los defensores de los derechos humanos y de algunos competentes fiscales. El estado ha reconocido la culpabilidad en crímenes de lesa humanidad de su principal autoridad, del presidente, y ello es un hito, dada la naturaleza precaria de nuestra democracia y la impunidad que reino a lo largo de toda nuestra historia republicana. Sí, es un avance y un ejemplo para el futuro. Los ciudadanos y los gobernantes comprenderán que el crimen se paga y que se trata de un dictum de la vida civilizada. Y que el poder debe tener límites.
Lejos quedaron ya la campaña de victimización de Fujimori ejecutada por el gobierno y las encuestadoras, las hipócritas palabras de su gorda hija que avaló la humillación de su madre para reemplazarla como primera dama, y la orquestada campaña de los medios derechistas de “perdonar al salvador”.
Hoy, 7 de abril se ha abierto un antes y un después en nuestra frágil democracia, y esperamos que la instancia de apelación no sea politizada. Hoy es más urgente que nunca combatir la mentalidad fujimorista que también habita en el alanismo y el empresariado, y gran parte del poder judicial digitado por Villa Stein. Fujimori es culpable, es una frase que deberían taladrar en sus cerebros, porque todos estaremos pendientes de que la primera sala transitoria de la corte suprema, ratifique este incuestionable fallo.
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