miércoles, 4 de julio de 2007

NOVELA DE CELULOIDE / La familia de Rafael



Ota se posa encima del refrigerador, después de dar un salto sobre una silla y derriba un florero. Sus hijas deambulan por los pasadizos jugando con una cucaracha. El malgeniado de Shamán da vueltas neuróticamente en el cuarto donde alguna vez fue el taller de cine. Rafael quiere a todos pero sin lugar a dudas Numa es el engreído. Numa, que es hijo de Shamán y de Ota, se ha vuelto como su hijo predilecto. Duerme en su cama y al amanecer le hace cosquillas en los pies para que le sirva el desayuno. Pide su mazamorra de leche, cereal y atún para fortificar los huesos, porque todavía es un mozalbete, pero en verdad lo que quiere es su paseo matinal. Salir a jugar al patio, lanzar pelotas de goma, saltar por los barrancos y luego caminar sobre las tapias sin soplar las hojas del ramaje.

De vuelta a casa, Numa se introduce en la tina y pide que le abran la llave del agua con un gruñido. Es la hora de la limpieza general. Rafael vestido con su mameluco amarillo baldea los dormitorios y debe proveerse de una silla y una escoba para asear la habitación de Shamán. Arrinconado en una esquina éste brama y amenaza. La escoba le hace recordar las palizas que le propinaban de chico. A media mañana Rafael ya tiene que pensar en el almuerzo. Necesita un montón de comida. Entre treinta y cuarenta kilos de carne o de pescado. Se va al mercado y todos lo despiden con una mirada de tristeza. Como si no fuera a volver…

Antes de irse, Rafael deja su ropa sucia al alcance de los alojados. El olor de sus prendas los tranquiliza. Cuando regresa, todos olfatean su presencia a dos cuadras de distancia y comienzan a chillar. Rafael prende el equipo de su camioneta a todo volumen para que los vecinos no se alarmen. Cambia de casete. El triple concierto de Beethoven deja paso al Gran Combo.

Abre las puertas del comedor y todos se abalanzan sobre la carne dispuesta en tres grandes bandejas de lata. Sentados a la mesa los trece comensales tragan trozos en trece grandes tazones hasta hacer trizas huesos y espinazos. Luego se limpian con las manos, hacen una reverencia y parten a sus catres de paja. Sólo Shamán come solo en su habitación de barrotes. Nadie soporta sus malos modales.

Tocan el portón. Entra Claudio Baschuk conmigo. Pasen, no se asusten. Veníamos a hablarte porque queríamos hacer la película en tu casa. Nos han prestado la cámara de 16 milímetros de la universidad. La arriflex luce impecable en su maleta de aluminio y cuero. La abrimos y vamos desentrañando los misterios de este juguete de ilusiones. Un zoom, un trípode, baterías y carretes, y cientos de aditamentos indescriptibles. Al fondo hay una claqueta alemana. Hermosa. Nos hemos conseguido también mil pies de película kodachrome. Te acuerdas que te hablé hace un tiempo.

Lo primero que quiero es la imagen del descalabro. La decadencia, el deterioro y la pobreza. El descuido, el desgaste y la desidia sempiternos. Las cañerías rotas, las improvisadas ventanas, las sucesivas demoliciones que pueblan la casa. Pasadizos hundidos. Divisiones mal hechas, escaleras apuntaladas, techos caídos y cornisas amenazantes. La estructura amarradita con alambre y palos. El crujir de la madera contra el adobe sobre el vacío del acantilado. La ingravidez de lo viejo. La osadía de la columna apolillada. Sí. Misma casa de piratas. Cómo expresar en imágenes los millones de pasos acumulados en cada tablón. La factura del tiempo, la podredumbre de los días. La caña y el fango del adobe muerto, la paja enardecida, la sequedad del pino, el polvo, el hollín, la eterna quebrazón de la materia. Y en medio de esa lenta agonía, tú gordo, impertérrito, hablando, limpiando, barriendo, reparando lo imposible porque has tomado la terca determinación de no sucumbir hoy.

La cámara ya está instalada sobre su trípode. Pipo la prende usando una batería asida al cinto. Hace algunos planos de prueba. Te acuerdas Rafa, que dejé aquí una camarita panasonic la vez que hice el clip de la araña. Sí, la tengo por ahí. Espera. No importa. Necesito una cámara de utilería nada más. Te la traigo. Acuérdate que se trata de una metapelícula. Es decir una película sobre otra película. Un film sobre el film que estoy haciendo ¿Me das una mano, Claudio? Pipo retrocede, se quita la batería de la correa y se la entrega. Necesito que filmes mi entrada a la casa. Pliz, capta justo el momento en que comienzo a grabar con la panasonic. Cómo no, señor director.

A Claudio le cae el sudor de la frente. Empaña sus anteojos y el visor. Enfoca bien, no tiembles. No puedo. Ese personaje me raya, Pipo. Es la primera vez que Claudio ve a Numa pasear libremente por toda la casa. Camina despacio. No traspases la distancia de protección. Ni lo asustes acercándote bruscamente. No te pongas nervioso, loco.

Rafael se acomoda en un inmenso bergiere desvencijado frente al ventanal y Numa se arrellana a su lado. Claudio enciende la uher y acerca el micro. Numa abre su enorme boca y emite un largo y feroz gorjeo. Comprueba que haya sincro. Tres, dos, uno, rodando. A veces siento que me escasean las fuerzas, dice Rafael mientras acaricia la nuca de Numa. ¿Por que siempre me pasarán estas cosas? Si yo lo único que hice fue comprar a tu madre en el mercado central. El vendedor me la remató en cien cocos. Estaba escondida en un costal de harina y me miró con sus ojos amarillos como diciendo, tú eres el único que me puede salvar. Por favor. Sácame de acá.

Sigue, sigue, está perfecto.


(si quiere seguir leyendo comuníquese con el autor)

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