Si desea lea primero el artículo de Rocío Silva Santisteban: http://www.larepublica.pe/kolumna-okupa/18/04/2010/bryce-e-iwasaki
El plagio de Iwasaki fue un pecado de juventud. Su obra literaria posterior, no sus escritos “más ideológicos” que son deleznables*- lo confirman como un autor de talento. Me encantó Inquisiciones Peruanas por ejemplo. Lo de Bryce es en cambio apogeo y caída, la gloria seguida de una prolongada decadencia, enfermedad senil del alma, pereza mental. Sus últimas novelas son lamentables. No quisiera estar en su pellejo.
Si para uno el plagio fue un golpe a la soberbia juvenil, para el segundo solo le supuso exacerbar su cinismo y su blandenguería moral. Mientras Bryce escribió todo lo bueno antes de los treinta años y hace treinta que no nos sorprende con nada de valor, Iwasaki ha ido de menos a más. Si para uno el exilio fue voluntario, socorrido y bien rociado, para el otro fue un escape de la vergüenza pública, y un ejercicio duro y cotidiano de la persistencia literaria. Dicho esto, quizá dentro de un siglo solo recordemos el maravilloso mundo de Julius y la novela mundo que Iwasaki nos debe. Todo lo demás será anecdótico y circunstancial, extra literario si se quiere. ¿La sombra del tráfico de armas afecta acaso la figura de Rimbaud?
*Nación Peruana: entelequia o utopía/ varias ediciones
Bryce escribió un libro memorable. Hay que valorarlo por eso y punto.
ResponderEliminarSu lamentable adicción al alcohol hizo de él la ruina que es. No hay que hacer leña del árbol caido, peor aún si se trata de un enfermo.