Hoy viernes 11 de febrero será recordado como el día de la caída de Mubarak. Hasta la noche del 10 de febrero todavía se aferraba al poder, pero ya estaba sin brújula y sin reflejos. Tal era su miopía que no podía leer la realidad y parecía no darse cuenta del fin de su larga dictadura. En un agónico gesto teatral salió a la televisión y dijo que no renunciaría, que solo lo sacarían muerto del poder. Ni 24 horas después la momia política huyó de El Cairo en un helicóptero. Ante el vacío los militares se han hecho del poder, pero será difícil desarticular el movimiento democrático pan árabe que sigue creciendo. La marea revolucionaria continúa. Medio millón de personas celebran en la plaza de Tahrir. El desembalse de acontecimientos recién comienza.
La plaza de la Liberación en El Cairo está abarrotada de jóvenes. Son miles de miles de muchachos egipcios que cargan sobre sus espaldas el peso de la revolución. No son activistas religiosos, ni izquierdistas. No son bases de los hermanos musulmanes, menos aún radicales islámicos, tampoco son hijos del espectral Bin Laden. Son musulmanes y coptos pero el movimiento es fundamentalmente laico. Son jóvenes, lo repito, conectados por las redes sociales y atados a un teléfono móvil. Son pacíficos aunque impacientes. No creen en la violencia como vía política y no se les puede achacar ninguna de las 500 muertes que el gobierno provocó entre los manifestantes. Solo quieren democracia, más igualdad y un poco de justicia. La plaza de Tahrir es la nueva Bastilla.
Están hartos de haber vivido siempre bajo una dictadura y de la masiva corrupción de los jerarcas del régimen, están ávidos de cambiar sus vidas, su país y el Cercano Oriente a través de una democracia moderna, y de paso están cambiando el mundo, como bien apuntó Obama. . .
Hay procesos invisibles en la historia que vienen por donde nadie piensa y aparecen cuando nadie los espera. Egipto y Túnez son ejemplos palmarios. El pretendido choque de civilizaciones que pregonó Samuel Huntington como la contradicción que movería el mundo contemporáneo, es hoy solo una teoría maltrecha y agujereada. La imagen que los neoconservadores nos vendieron resultó ser más una coartada geopolítica que una hipótesis valedera..
De la noche a la mañana todo se ha vuelto viejo. Se caen a pedazos las dictaduras más o menos encubiertas y los regímenes despóticos justificados en el Corán. Todo huele a sucio y podrido incluyendo al marchito y sangriento estado de Israel. El efecto dominó de las revueltas democráticas árabes harán trizas todo el mapa geopolítico construido desde los años 50 del siglo pasado. Y no fue el fanatismo del Islam, o una guerra la que provocó el derrumbe del ancient regime. Fue el dispositivo móvil y el twitter los que transformaron desde adentro esas sociedades arcaicas. La modernización comenzó en las mentes de los cibernautas.
Yo que israelí estaría temblando. La democratización de las sociedades árabes le arranca al estado de Israel su única justificación moral, su presunta modernidad frente a sus anacrónicos vecinos. Vienen tiempos de gran agitación tanto en Egipto como en toda el area que se encuentra entre el Mediterráneo, el Mar Arábigo y el Golfo Pérsico. Occidente tendrá que hilar muy fino con los nuevos movimientos emergentes para construir una plataforma de estabilidad en la zona, El terremoto político recién se inicia. Las placas tectónicas han chocado por donde menos lo imaginábamos. Pobre Huntington.
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