Estamos en pleno siglo veintiuno. La modernidad, ese lustroso discurso que envaneció a los hombres desde
El desastre de Haití nos atañe directamente porque la condición humana está en entredicho. No hay derecho para que los cadáveres se pudran en las calles y ni quiera sean recogidos para la fosa común. Tampoco es humano el hambre de los sobrevivientes, y la falta de atención a los heridos. ¿Así quieren Estados Unidos y
Los doscientos mil muertos no han sido obra de la naturaleza sino de la estupidez humana, de la incuria sucesiva y la estulticia permanente a lo largo de un siglo. Son producto de la pobreza de muchos y la riqueza de pocos, del afán colonialista de las potencias, de la ignorancia en la que fueron sumidos ese cuarenta por ciento de analfabetos de Haití. De las espurias dictaduras y de la corrupción promovidas por el departamento de estado yanqui, desde que invadió Haití por primera vez en 1915. Y también de las horribles asimetrías e injusticias de la economía mundial modelada por los poderosos del planeta, que hacen imposible una agricultura rentable en países como Haití o el África subsahariana. Lo que pasa en Puerto Príncipe entonces tiene nombre y responsables. La injusticia de este mundo es mucho peor que las furias naturales.
En tanto, Renè Preval, el títere de Washington y de occidente desde que derrocaron al radical Bertrand Aristide por ser amigo de Chávez, se pasea desesperado en el destruido aeropuerto con intenciones de marcharse porque su exiguo poder ha caído como su palacio. El presidente no sabe lo que es un gabinete de crisis. Tampoco lo sabe la administración norteamericana que toma el aeropuerto de Puerto Príncipe, y detiene todos los vuelos humanitarios, para hacerse del poder y transportar diez mil soldados de ocupación al devastado país. La seguidilla de desaciertos y omisiones es interminable. No hay petróleo porque no lo han llevado, no hay luz, ni hospitales de campaña. No se han restablecido las comunicaciones, ni los teléfonos. No hay radios, ni voluntarios para organizar el reparto de víveres, ni organización vecinal, y la anomia social fruto del desgobierno de un siglo, sabotea toda ayuda.
La burda intromisión militar norteamericana, al margen de
¿Qué fue del progreso y el desarrollo que prometía la globalización? ¿Qué pasó, señores? Hoy centenares de miles de muertos se apiñan en barricadas y los hambrientos haitianos recorren las calles en busca de un mendrugo, mientras Estados Unidos se anexa Haití, en nombre de una solidaridad que no es sino coartada para expander los intereses de su Imperio. Frente a ello qué altura moral la de los perros rescatistas.
Definitivamente los desastres mal llamados naturales los construye el hombre. Y este mundo es un desastre…
creo que hiti deberia estar protegida por todo los paises de america del sur de esta manera unificar para reacer este paiz que fue bictima de las potencias porque su pobresa la crearon estos saqueadores de los mas deviles
ResponderEliminarSalvador una nueva forma de golpe de estado al puro estilo Wasington
ResponderEliminarHaiti gran banquete una nueva manera de ocupacion (Irak -Afganitas,Pakistan)
Ingresan como salvadores,con el unico propòsito de renegociar deuda, y embarcar a Haiti en nuevos creditos para la reconstruccion quyien hara el gran negocio en base a la desgracia humana?