lunes, 17 de diciembre de 2007

BODEGUEROS SIN PATRIA


A los chinos bodegueros de E. Wong se les cayó la careta. Bien dijo Bertrand Russell que el capital no tiene patria. Después de acumular durante 20 años a costa de los limeños vendieron a los chilenos de Cencosud sus 27 supermercados y cadenas comerciales por 500 millones de dólares. Pero más allá de sus instalaciones lo importante es la posición de dominio del mercado. Ahora el 73 por ciento de las transacciones (minoristas y mayoristas) de artículos de primera necesidad, estarán en manos de empresarios del Mapocho. Gran conquista del libre mercado. La globalización que le dicen. Aplausos de la CONFIEP. Saludos de Alan García y los hortelanos vendepatria.

Nunca como ahora nuestro mercado interno estarán más desprotegido. Los oligopolios "chilienos" decidirán qué pasta de dientes o que marca de papel higiénico tendrá usted en su tocador. Qué pisco chupar en estas fiestas. A quién hacer quebrar y a quién no.

Los peruanos tenemos la obligación de impedir esa venta. El Perú está por encima del cutrerío neoliberal. No podemos ser colonia empresarial de un país que se arma hasta los dientes. Allí los alditos mariateguis, los chanchos carranzas y las gordas blondets. ¿Ustedes creen que la Bachelet permitiría instalar 27 malls peruanos en Santiago? La pinga.

Bueno, de los Wong se podía esperar cualquier cosa. Por algo los chinos inventaron el dinero.


Advertencia: En respuesta anticipada a quien pudiera tildarme de racista, diré que así como hay chinos bodegueros en el país, hay chinos que hicieron patria. Recordemos a historiadores como el brillante Emilio Choy o a filósofos como don Pedro Zulen, el primer defensor de la raza indígena.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Carta a Hugo Chávez tras su derrota


Venezuela te ha dicho NO, Hugo Chavez, y en buena hora. Es cierto que el movimiento que diriges surgió como una rebelión de los excluidos, como una insurgencia de los pobres, como una reacción contra la clase política, contra la costra que usufructuaba del petróleo. En un principio a todos nos sedujo esta revolución de los camisas rojas, la redistribución acelerada de la renta nacional, tu afirmación nacionalista. Casi una década después quisiera apoyarte, pero no puedo. Las formas tiñen los fondos, hermano bolivariano.

El partido único, la reelección continua, el feroz virus de la vanidad que ataca al poder, el manejo desde el estado de toda la vida pública y privada, ahogan y deforman cualquier revolución, y la historia lo ha demostrado. Además, ese tufillo caudillista desnaturaliza el proceso. Tus modales de cuartel alejan a la gente y te llevan a pelearte con todo el mundo. Buscar exclusivamente la confrontación, la agudización permanente de las contradicciones, aísla y polariza, crispa la vida de una nación y desacredita nuestras ideas de igualdad.

Sí es cierto, la derecha venezolana es espantosa, quizá solo comparable a la peruana, en maquiavelismo y argucia, en codicia y exclusión. Pero frente a ella sólo un pensamiento sereno es garantía de autoridad moral. El socialismo no se impone, comandante. Es persuasión cotidiana y no existe sin el otro fiel que lo equilibra, la democracia.

Tras esta derrota personal, deja a otros el espacio, no ocupes todo el escenario. Eso es malo. Lo importante no son los líderes sino el nivel de conciencia de los pueblos y su educación democrática. Todo otro camino es servidumbre, miseria y mediocridad. La lucha es larga, no desesperes, y se requiere persistencia y claridad para asociar socialismo y democracia. Por lo tanto hay que inventar el futuro y no remedar viejas recetas. No queremos más cubas en América Latina aunque tengan todo el petróleo del mundo.

El referéndum de ayer lo ha demostrado. Nadie es indispensable y no eres un predestinado. Ábrele el paso a otros liderazgos, a otros partidos y formaciones, a nuevas ideas. Anuncia que dejarás el poder el 2012, y recuerda convocar a elecciones. Solo entonces se conocerá el peso de tu obra. Supera a Bolívar, hermano. Retírate en la cima como Mandela. El poder no es eterno y siempre es bueno recordar la soledad de don Simón en Santa Marta.